1. Protegería su patrimonio personal cuanto antes
Separaría riesgos, reestructuraría sociedades y pondría a salvo su vivienda y sus bienes. Lo haría con cabeza, con tiempo, y sin esperar a que llegue una inspección o una crisis. ¿Tienes todo esto ordenado?
2. Planificaría cada movimiento fiscal antes de ejecutarlo
Un buen asesor anticipa, no reacciona. Antes de repartir dividendos, comprar inmuebles o meter a un socio, analizaría el impacto fiscal y buscaría la forma más eficiente de hacerlo. No improvisaría. No dejaría miles de euros en la mesa.
3. Montaría una estructura empresarial sólida
Tenerlo todo a tu nombre o en una única SL es cómodo… hasta que deja de serlo. Si tu asesor fuera tú, ya habría creado un holding, separado actividades, diferenciado patrimonial y operativo, y tendría todo bien documentado. Porque lo barato, a veces, sale carísimo.
4. Pensaría en la sucesión aunque no pensara jubilarse
Porque no se trata solo de ti. Si pasa algo, ¿quién se queda con qué? ¿Hay un protocolo claro? ¿Pagará tu familia impuestos innecesarios? Tu asesor sabe que estas decisiones no se improvisan. Y que cuanto antes se planifiquen, mejor.
5. Pagaría menos impuestos, legalmente y sin sustos
No por arte de magia, sino usando las herramientas que ya existen: reserva de capitalización, incentivos, amortizaciones inteligentes, planificación del ISD… Pero claro, para aplicar todo esto hace falta información y confianza mutua.